viernes, 4 de mayo de 2012

DE LA PASIÓN POR LA LECTURA A LA RESISTENCIA A LOS LIBROS



La lectura de libros ha sido a través de la historia humana, el medio privilegiado de acceso al conocimiento y de difusión de la riqueza cultural de las diversas civilizaciones del planeta; no obstante, desde la llegada de la modernidad, ha ido perdiendo cada vez más fuerza e interés por parte de la humanidad, aunque de manera muy acentuada en Latinoamérica, tanto que la UNESCO[1], se vio obligada a crear la cátedra sobre lectura y escritura para éstos países.

Hace dos décadas, era gratificante ver las bibliotecas convertidas en auténticos “templos del saber”; sus estructuras se veían extremadamente pequeñas en relación a la demanda de estudiantes y personas de todas las edades, quienes acudían masivamente a sumergirse en el océano de la cultura y el conocimiento. Aun conservo en la memoria, el encuentro cotidiano con mi libro de cabecera, que por sugerencia de mis padres o de mis profesores, se convirtió en un rito agradable y significativo de vivirlo antes del descanso nocturno. A sí mismo, recuerdo cómo obsequiar o recibir un libro, era por entonces, un estímulo de invaluable valor y/o una decisión sabia, digna de honor y de respeto.
Pero, con el advenimiento de la modernidad, llegó la era tecnológica y con sus encantos desvió la atención que reposaba en los libros y se traslado entonces a los medios audiovisuales. La televisión, los equipos de sonido, los videojuegos, el internet se convirtieron en canales más entretenidos y cómodos para aprender y tener acceso al conocimiento. El fenómeno imagen y sonido resultó más atractivo, tanto que logró, en gran medida, opacar o mejor relegar hasta a un quinto plano los documentos y textos escritos; en los que ya sólo se mira conglomerados de letras, carentes de color y movimiento.

Desde este nuevo panorama histórico la cultura y la educación se ve sometida a inevitables consecuencias y desafíos. La era tecnológica termina por afectar a la sustancia misma del hombre. Todo aquello que no es mecánico se ve relegado, infravalorado, empequeñecido, y hasta despreciado. Surge entre otras cosas el “síndrome de no lectura”, cuyos efectos tienen fuertes incidencias, especialmente en la generación joven, en quienes desarrolla apatía y resistencia a la lectura de textos y documentos escritos. Esta noble manera de encuentro con el saber se convirtió en una carga anticuada e innecesaria para la mayoría de educandos, quienes se limitan a leer lo estrictamente necesario, más por el afán de obtener una calificación, que por la satisfacción de encontrar en los libros conocimientos con garantía científica y de calidad; subrayo esta última expresión dado que muchos contenidos difundidos por los diferentes medios masivos de comunicación, como la televisión y el internet, no han sido sometidos, previamente, a estándares de calidad y cientificidad.

Como docente observo con preocupación los efectos de la era tecnológica en el ámbito de la educación; no precisamente, porque la tecnología haya ocupado el espacio de los libros y cada vez haya menos población lectora, sino porque, este hecho ha dado lugar a una generación con pasividad intelectual, con indiferencia ortográfica, con limitada capacidad para redactar y escribir, baja comprensión lectora, entre otras. Es desalentador encontrarse con cuasi-profesionales balbuceando fonemas sin comprender lo que estos transmiten, decodificando signos lingüísticos, pero sin mayor reflexión, etcétera; por supuesto que, en ello influyen muchos factores psicosociales, pero también es cierto que el hábito de lectura de textos escritos ayudaría a suplir en gran medida esta deficiencia.

El escritor, investigador y profesor chileno Felipe Alliende, sostiene que “la persona que lee abre su mundo, forma su personalidad abierta al cambio, posee mayor visión de futuro, es capaz de valorar la planificación y aceptar principios científicos y técnicos”, en caso contrario declara el filósofo y escritor chino Lin Yutang: “ aquel que no tiene la costumbre de leer está apresado en un mundo inmediato, con respecto al tiempo y al espacio; su vida cae en una rutina fija… sólo ve lo que ocurre en su vecindad inmediata… no tiene tiempo de escapar de esa prisión”.

Ante esta situación viene bien preguntarnos ¿Cómo está asumiendo este reto el sistema educativo en Colombia?, ¿cómo lo estamos afrontando los profesionales de la educación?, ¿qué políticas se han dispuesto para contrarrestar el fenómeno de resistencia a la lectura de libros en nuestras instituciones educativas?, ¿Llegó la hora de pasar de la lectura de textos escritos a la lectura audio-visual, dado que el actual panorama histórico así lo exige? Independiente de cuál sea tu visión, decisión y actitud respecto a este asunto, objeto de la presente reflexión, quiero ratificar con vehemencia que “la lectura de libros ha jugado, a través de la historia humana, un papel definitivo en la vida académica, social y profesional de las personas. “Muchos hombres y mujeres somos, en gran medida, el fruto de muchos libros”.

[1] Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. Organismo especializado de las Naciones Unidas, fundado el 16 de noviembre de 1945.

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