capitulo II: REFLEXIONA CONMIGO




¿“OUT” O “IN” EN EL VALOR DE CONVIVENCIA?

Se afirma, vehementemente, en todos los círculos sociales que la convivencia es un componente fundamental e ineludible en la vida de los seres humanos, que sin ella, no solamente, es imposible vivir juntos, sino que ninguna forma de organización social sería factible, dado el mundo avanza gracias a un continuo proceso de transformación recíproca.

En pro de este noble ideal se han fundado instituciones, programas, cátedras, especializaciones, maestrías, proyectos liderados por entidades educativas, religiosas, estatales, ONGs, quienes han realizado significativos esfuerzos en esta dirección. Quizá a ello responda el hecho de que todo individuo, sin distingo de raza, status social, nivel educativo, edad, nacionalidad, etc., ha incluido en su acervo lexical el concepto de convivencia y lo utiliza muy a menudo en sus discursos cotidianos, tanto, que pareciera que la humanidad ha hecho de la convivencia un proyecto común.

Pero, el mundo de la vida, en que nos movemos día a día hace entrever otra cosa, que en nada o muy poco se parece a aquello que en nuestro lenguajear manifestamos como convivencia. Guerras, homicidios, divorcios, venganza, discriminación, etc., son evidencias concretas que nos hablan de la enorme dificultad que tenemos los humanos para poder coexistir con otros. Existe una gran distancia entre lo que se piensa, se dice y se vive, respecto de los ideales y propósitos de la convivencia.

Convivir es un asunto indispensable y ambivalente a la vez, un mal necesario. Somos seres interdependientes, nadie (mentalmente sano) puede asegurar que “no ha necesitado de la competencia de los otros para ser lo que es”; sería simple y llanamente un vil mentiroso o un autosuficiente mentalmente desequilibrado. No hay opción, dependemos unos de otros como del aire que respiramos. Ningún ser humano puede darse el lujo de levantarse una mañana y decidir que durante ese día no va a necesitar de nadie, dado que tal actitud caprichos y pedante tendría que estar acompañada de una renuncia irrevocable de los alimentos de que dispone, de sus vestimentas que lo cubren, de los medios de comunicación y de transporte, etc., etc. Sería una decisión ingenua, gobernada por la ingratitud y la ignorancia.

Paradójicamente, con la misma capacidad que tenemos los seres humanos de construir sanos ambientes de interacción, también podemos desdeñar las relaciones y propiciar el desdén con quienes se vive y se convive. De aquí la pertinencia de volver sobre nuestras prácticas y actitudes en relación a este trascendental valor, de tal manera que nos permita visualizar en qué medida nos acercamos o nos alejamos del estado ideal de convivencia. Para ello, presento a continuación unos indicadores, que Usted estimado lector juzgará su pertinencia y sensatez, pero pueden ayudarnos en esta reflexión.

Son actitudes “IN” respecto al valor de convivencia: interesarnos por los problemas comunes, permitir la libre expresión, valorar la diversidad de pensamiento, respetar al otro como un legítimo otro, cumplir acuerdos y promesas pactadas, etc. Y se está “OUT” respecto a este valor cuando: negamos al otro como un legítimo otro, utilizamos el poder para humillar y manipular, cometemos actos vandálicos, hacemos bromas de mal gusto, criticamos sin argumento, etc.

Continuaremos reflexionando sobre este tema. Me gustaría conocer tu reacción, puedes hacerlo en la siguiente dirección electrónica: luisedup@hotmail.es o lpinchao@hotmail.com